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La competencia de museos para captar la atención pública condujo directamente a la “guerra de los huesos” emprendida por Cope y Marsh. Esta polémica tornó espectacular el interés por las “ciencias del dinosaurio”.

Estos animales prehistóricos ocupan un lugar central en la cultura moderna. La palabra “dinosaurio” en sí misma se ha incorporado el léxico inglés como expresión para describir cualquier cosa que sea grande e impráctica, que se mueva lentamente o que sea anticuada al límite de la extinción.

Es decir: la preocupación pública por los dinosaurios condujo a su ingreso inevitable en otros ámbitos de la cultura popular mundial, fuera de la Paleontología.

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Comenzando con una mención del Megalosaurus en el primer párrafo de La casa triste, escrita en 1852 por el escritor Charles Dickens, los dinosaurios se han ofrecido en un amplio arsenal de trabajos ficticios.

Más tarde encontramos un libro de 1912, El mundo perdido, de sir Arturo Conan Doyle, luego el icónico film King Kong de 1933 y la introducción de Godzilla en 1954, que han tenido numerosas secuelas en la novela Parque Jurásico, escrita en 1990 por Michael Crichton, con su posterior versión fílmica en 1993. Esos son algunos ejemplos prominentes de la larga tradición de los dinosaurios en la ficción literaria y cinematográfica.

Por otra parte, los escritores de no-ficción -incluyendo prominentes paleontólogos- también han intentado aprovechar el renombre de los dinosaurios -especialmente populares entre los niños- para educar a los lectores principiantes sobre dinosaurios y ciencia en general.

Los íconos de dinosaurios son, además, sumamente utilizados para la publicidad, donde numerosas compañías intentan promocionar sus productos caracterizando a sus rivales como lentos y obsoletos… A la manera de dinosaurios contemporáneos.

Por último, varios grupos religiosos tienen diferentes opiniones sobre los dinosaurios, distintas a las postulaciones científicas, dado que tales teorías se oponen a la historia de la Creación de las Sagradas Escrituras.

Por su parte, la comunidad científica no acepta tales interpretaciones religiosas sobre la gestación de los dinosaurios.