echo $title ?> Algunas leyendas cuentan que ciertos kobolds se volvían malignos y vengativos, e infringían enfermedades sobrenaturales, deformaciones y heridas sobre los dueños de la casa. Sus travesuras iban desde golpear a los sirvientes hasta asesinar a aquellos que los insultaban. Un noble visitó la casa de Hinzelmann y se negó a aceptar las protestas del kobold, que decía que era un cristiano. Hinzelmann lo amenazó y el hombre terminó huyendo por su vida. Otro noble se negó a beber en honor del kobold, lo cual tuvo como resultado un ataque del kobold que casi lo mata. Cuando un sirviente de la cocina ensució al kobold Hodekin –además de tirarle agua cada vez que lo veía-, éste pidió que el chico fuera castigado, pero el mayordomo no lo hizo porque consideró que eran bromas infantiles. Hodekin entonces esperó que el chico se fuera a dormir y lo estranguló, lo descuartizó y arrojó sus partes en una olla puesta al fuego. El cocinero reprendió al kobold por esto, y entonces Hodekin puso sangre de sapo en la carne que iba a preparar el cocinero para un obispo. El cocinero lo volvió a castigar por este comportamiento, y entonces Hodekin lo lanzó al foso bajo el puente levadizo. Según Luthi, estas historias reflejan el miedo que la gente les tenía. Thomas Keightley atribuyó las características de los kobolds al ‘ventrilocuismo y los artificios de los sirvientes'.
Archibald Maclaren relacionó el comportamiento del kobold con la personalidad de los dueños de casa; un hogar virtuoso tendría un kobold productivo y servicial mientras que uno vicioso, una criatura maligna y traviesa. Si los dueños entregan lo que el kobold pide, éste deja de molestar. Algunos cuentos folclóricos cuentan historias de personas que intentaron deshacerse de ellos. En un cuento, un hombre cuyo establo estaba ocupado por un kobold, puso toda la paja en una carreta para quemar el establo y luego se mudó para comenzar de nuevo en otro lugar. Cuando se iba, miró atrás y vio al kobold sentado detrás de él. ‘Ya era tiempo de que nos mudáramos’, le dijo. Un cuento similar de Hopernick cuenta que un hombre trató de sacar al kobold de su casa. Cuando se preparaba para irse, vio que el kobold también estaba juntando sus cosas para mudarse y comprendió que no iba a poder deshacerse de esa criatura. El amo del castillo Hundermuhlen no quería a Hinzelmann y trató de escaparse de él mudándose a otro lugar con su familia. Sin embargo, el kobold viajó con ellos en la forma de una pluma blanca, lo cual descubrieron cuando se llegaron a una hostería. “¿Por qué me abandonan? Puedo seguirlos fácilmente a cualquier lugar. Es mejor para ustedes volver a su hogar, y no abandonarlo de nuevo por mi culpa. Saben bien que si lo quisiera podría llevarme todo lo que tienen, pero no deseo hacerlo”. En algunos cuentos, el exorcismo realizado por un sacerdote cristiano funcionaba. El obispo de Hildesheim logró exorcizar a Hodekin del castillo. Sin embargo, ni siquiera este método es infalible; cuando un exorcista intentó echar a Hinzelmann, el kobold destrozó el libro sagrado del sacerdote, y luego lo atacó y persiguió. Insultar a un kobold podía ser uno de los métodos para espantarlo, pero se corría el riesgo de recibir una maldición. Cuando alguien intentó ver su verdadera forma, Goldemar dejó la casa y juró que nunca volverían a tener tanta suerte como la que habían tenido bajo su protección. Entre las acciones que Hutchen consideraba insultantes se incluyen la donación de vestimenta, apurarlo en sus tareas, quemar la casa y dejar una rueda en frente de ella. Siguiente tema: Los kobolds como espíritus de las minas |