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SERBIA, TIERRA GÓTICA POR NATURALEZA

El mejor exponente de la ficción sobre vampiros es, sin lugar a dudas, la novela gótica Drácula, de Bram Stoker. No es, sin embargo, el primer ejemplo de esta especie literaria. El vampiro literario primero apareció en poesía, luego en prosa.

Durante el siglo XVIII, las ficciones vampirescas se arraigaron en la “obsesión” que despertaron –durante los años comprendidos entre 1720 y 1730– las extrañas exhumaciones de los “supuestos vampiros” llamados Peter Plogojowitz y Arnold Paole en Serbia, bajo la monarquía de los Habsburgo.

Una de las primeras obras de arte que aluden al tema citado es el poema corto alemán titulado “El vampiro”, escrito en 1748 por Heinrich August Ossenfelder, donde ya aparecen insinuaciones eróticas fuertes.

En este poema breve, un hombre es rechazado por una dama respetable y religiosa de la que está enamorado. Una noche la visita, bebe su sangre luego de darle el “seductor beso” del vampiro y le demuestra que sus sádicas enseñanzas valen más que el Cristianismo de su madre.

Además, Ossenfelder escribió varios cuentos que tratan sobre una persona muerta que vuelve del sepulcro para visitar a su querido esposo y conducirlo hacia la muerte.

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OTROS POEMAS ALEMANES

El poema narrativo “Lenore” (1773), de Gottfried August Bürger, es un ejemplo notable de literatura vampiresca del siglo XVIII. En esta fuente se inspiró Bram Stoker.

Un poema alemán posterior que exploraba el mismo tema, con un elemento vampiresco destacable, fue “La novia de Corintio” (1797), escrito por Göethe. Se trata de la vida de una joven mujer que vuelve del sepulcro para buscar a su novio y beber su sangre.

La historia del romántico alemán plantea un conflicto entre el Reino de Dios y el Cristianismo: la familia de la muchacha muerta es cristiana,  mientras que el hombre joven y sus parientes son paganos. Resulta que la madre cristiana de la muchacha la había forzado a convertirse en monja, condición que la llevó a la muerte.

EN LA LITERATURA INGLESA

La primera mención a los vampiros, en la literatura inglesa, aparece en el monumental poema épico Thalaba el destructor, de Robert Southey, escrito en 1797. En sus versos, el difunto Oneiza se transforma en vampiro.

Luego apareció el poema Christabel, de Samuel Taylor Coleridge (escrito entre 1797 y 1801, aunque se publicó recién en 1816). Este último influenció notablemente las ficciones vampirescas posteriores: la heroína Christabel es seducida por un espíritu femenino llamado Geraldine, que asume la forma física de un antiguo amado de la protagonista.

La historia de Coleridge tiene una semejanza notable con la ficción abiertamente vampiresca de la obra Carmilla, escrita por John Sheridan Le Fanu en 1872.

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